sábado, 21 de septiembre de 2013

93 aniversario del Partido Comunista de Uruguay.........Salud!!!


































Fundación del PCU 

La fundación del PARTIDO COMUNISTA DE URUGUAY
Etapas de su formación ideológica y orgánica[1]

 (…) El Partido Comunista del Uruguay nació en la aurora de la Revolución de Octubre
La Revolución de Octubre, a cuyo influjo nacieron tantos Partidos obreros del mundo, iluminó también el nacimiento de nuestro Partido.

Cuando Lenin escribía en 1895 su artículo acerca de la muerte de Federico Engels, se marcaba el filo de dos épocas. Finalizaba entonces el siglo XIX, registrando los fenómenos de un cambio cualitativo en las formas del capitalismo: los poderosos monopolios configuran una nueva fase de la sociedad capitalista, el imperialismo, la última forma histórica del viejo sistema y la víspera cierta, -el preludio, lo llama Lenin- de la revolución socialista.

Se acercaba a su fin: por otra parte, el período -que se inició con la derrota de la Comuna de París- de desarrollo "pacífico" del movimiento obrero, durante el cual en los países capitalistas se forman grandes partidos proletarios de base socialista, que aprenden a utilizar el parlamentarismo burgués y que desarrollan ampliamente las organizaciones de masas; período en que la doctrina de Marx triunfa y se va extendiendo, pero en el cual, al mismo tiempo, surgen las tendencias revisionistas que niegan o disminuyen el papel de vanguardia del proletariado, y renuncian a sus objetivos finales, la dictadura del proletariado y el socialismo, revisionismo que niega la lucha de clases y el carácter de clase del Estado: que reniega de la unidad monolítica y de la disciplina del Partido.

El aldabonazo de la revolución rusa de 1905 abre un nuevo período revolucionario en que nuevas tareas surgen para el movimiento obrero, nuevos problemas a resolver, tanto en la estrategia y en la táctica como en la organización del Partido proletario. En el filo de los dos siglos, en el país hacia el cual se trasladaba el centro de la tempestad revolucionaria, surge la figura de Lenin, el discípulo de Marx y Engels, el continuador, el constructor del Partido de nuevo tipo, capaz de responder a las exigencias planteadas por la nueva época; Lenin, que recogiendo de manos de Marx y Engels la antorcha de la ideología proletaria, oscurecida y cubierta por las cenizas del oportunismo dominante en la II Internacional, reanimó su llama revolucionaria y con ella alumbró los nuevos caminos de la clase obrera en el mundo.

El comienzo del desarrollo capitalista en el Uruguay, el alambrado de los campos y la orientación de la producción ganadera para el mercado mundial, la penetración de los primeros capitales británicos, que nos lleva a la condición inicial de país dependiente del imperialismo inglés, traen aparejado la organización sindical y las primeras pugnas del proletariado nacional, allá por los años de 1870. Y también aparecen las luchas de tendencias ideológicas en el movimiento obrero por un lado el anarquismo, fuerza dominante por entonces, y por otro el socialismo, que ayudaron a difundir obreros inmigrantes españoles e italianos, que habían participado en las luchas de la I Internacional dirigida por Marx. En los primeros años del siglo XX, los socialistas empezaron a fundar sus organizaciones independientes, constituyéndose definitivamente en 1910 como Partido político de la clase obrera.

La formación del Partido Socialista, aunque no tuviera una definición ideológica terminante, constituye un acontecimiento de importancia en la historia de nuestro país. Lo subrayaba el hecho de que, en esos momentos, la burguesía nacional, dirigida por Batlle y Ordóñez, llegaba al poder y procuraba supeditar ideológicamente al proletariado bajo las banderas del nacional-reformismo. El abandono de la lucha política por los anarquistas facilitaba a la burguesía nacional este trabajo.

Sin embargo, el Partido Socialista no tenía una definición marxista clara. A pesar de que muchos de sus integrantes son revolucionarios, algunos dirigentes traen a su seno las ideas del revisionismo bernsteineano, importadas al Río de la Plata por el socialista argentino Juan B. Justo: rebajamiento de los objetivos finales del proletariado, prédica de la colaboración de clases, negación de la teoría económica de Marx, del materialismo dialéctico y de la teoría del Estado. El manifiesto inaugural del Partido refleja una posición reformista; "gradualista" la llaman sus autores.

La guerra de 1914-18, la quiebra política de la II Internacional, la Revolución Rusa y la fundación en 1919 de la III Internacional, provocaron el inevitable deslinde de oposiciones en el seno del Partido Socialista. La mayoría del Partido se pronunció contra la guerra imperialista y en apoyo a la Revolución, mientras que el ala reformista se embanderaba con los aliados imperialistas. Las 21 Condiciones para el ingreso a la III Internacional constituyeron la piedra de toque para distinguir a los revolucionarios de los opor­tunistas, eran la base de principios para la formación de verdaderos Partidos revolucionarios de la clase obrera. Más que una comprensión teórica cabal, decide la batalla en el seno del Partido, el prestigio de la Revolución Rusa, la audacia revolucionaria de los "bolcheviques", que despierta la admiración y el afecto de los militantes del movimiento obrero uruguayo. Al mismo tiempo, la clase obrera, radicalizada y sacudida por el resplandor de la Revolución de Octubre, desataba grandes huelgas en el Puerto, en los frigoríficos, en el transporte y en diversas industrias de Montevideo y en varias localidades del interior.

En esas condiciones, en septiembre de 1920, la mayoría del Partido Socialista resuelve adherir a la III Internacional y cambiar su nombre por el de Partido Comunista. El Partido eligió así la senda del marxismo, la senda de Lenin, la senda de la Revolución Rusa. Eligió la ruta revolucionaria de la clase obrera y no el camino del reformismo pequeño- burgués.

Era un paso decisivo. Pero la construcción de un Partido revolucionario, tal como lo quería Lenin, pertrechado con la teoría del marxismo-leninismo, organizado según los principios del centralismo democrático, estrechamente vinculado a las masas proletarias y populares, no se resolvía ni podía resolverse en ese Congreso inicial. La lucha por la formación del Partido leninista es todo un proceso que comprende determinadas etapas, que requiere que las masas y el Partido hagan su propia experiencia política, que implica la for­mación de sus cuadros y la forja de su dirección. Ese proceso es, en síntesis, la lucha por el leninismo en nuestro país, lucha en la que sigue empeñado nuestro Partido; esta lucha prosiguió en cada giro histórico en una etapa superior y cuyo nuevo impulso luego del XX Congreso del P.C.U.S. contri­buirá a la maduración del movimiento comunista en el país.

IV- Cuatro etapas en la formación ideológica y orgánica de nuestro Partido

La historia de nuestro Partido, desde el punto de vista de su formación puede dividirse a primera vista en cuatro etapas. En cada una de ellas, el Partido ha cometido errores, pero en lo sustancial, aún a través de los zigs-zags de su marcha, ha avanzado en su proceso ideológico y en una más ajus­tada comprensión de sus grandes tareas nacionales. Ello fue posible, aun en las horas de crisis, porque a todos estos períodos los une un rasgo común, la acendrada valoración en el Partido del papel histórico de la revolución rusa y de la obra señera del gran Partido que formara Lenin.

El primer período abarca desde la fundación del Partido hasta el VII Congreso de la Internacional Comunista. Es este un período de formación y, en cierto modo, de definición del Partido como Partido Comunista, de pre­cisión de su ideología marxista y de sus formas de organización comunistas.

Tres peculiaridades nacionales subrayan la importancia de este deslinde de posiciones: a) la poderosa influencia ideológica del batllismo que, utilizando una activa demagogia y una intensa prédica nacional reformista, procuraba lograr la hegemonía política de la burguesía nacional sobre las masas, minar la independencia de la clase obrera y negar la necesidad de un Partido pro­letario; b) la importancia que tiene en el Uruguay -como en otros países latinoamericanos- la pequeña burguesía universitaria que reivindicaba una posición dirigente en el proceso social; c) la reconstrucción del Partido Socia­lista, entonces una fuerza cerradamente anticomunista y de derecha.

La inmadurez del Partido, su conocimiento fragmentario de las tesis leninistas acerca de la revolución en los países coloniales y dependientes, la necesidad de definir con el oportunismo socialdemócrata la esencia revolu­cionaria del marxismo, lo incapacitaba para llevar a cabo la más difícil tarea: la política de "unidad y lucha", es decir, de educación del proletariado como fuerza independiente que brega por su hegemonía y procura desarrollar su Partido, pero que, a la vez, busca aliados en el campo, en la pequeño-burguesía y en la burguesía nacional frente al imperialismo y a los terratenientes semi-feudales.

El reducido peso específico del proletariado y el gran peso político de la burguesía nacional (el batllismo de entonces) ensanchaban las dificultades. El Partido cae así, en el verbalismo revolucionario, en un infantilismo izquierdista, que hoy es fácil de advertir.

No hay una correcta definición del carácter de nuestra etapa revoluciona­ria y, por ende, no hay una comprensión del papel dirigente del proletariado al frente del conjunto de las capas populares; el Partido esgrime, agita y trasplanta mecánicamente consignas correspondientes a otras etapas y situa­ciones revolucionarias, aislándose sectariamente de las amplias masas.

No obstante, a pesar de estos errores, sería incurrir en superficialidad y jactancia si se formulara sólo negativamente esta etapa. El proceso de deslinde del Partido fue necesario; además, el Partido difunde entonces, aunque en forma fragmentaria, el marxismo; hace conocer obras fundamentales como "El Estado y la Revolución", "La revolución proletaria y el renegado Kautsky" y "El imperialismo, fase superior del capitalismo" de Lenin, que contribuyen a formar cuadros en el movimiento obrero y una conciencia antiimperialista de base científica en nuestro país. Pero, lo que es fundamental, el Partido hace penetrar profundamente la idea del internacionalismo proletario y su expresión concreta: la divulgación del significado de la Revolución de Octubre y la defensa de la Unión Soviética, la solidaridad combativa hacia el país del socialismo. A lo largo de este período, que fue de duros combates, a veces de heroísmo, el Partido procura estructurarse, en lo fundamental, de acuerdo a los principios del centralismo democrático, desfigurados muchas veces sin duda de manera sectaria y forja a sus cuadros en un estilo de lucha combativo y que no vacila ante la necesidad del sacrificio.

En síntesis, fue un período de afirmación de las cualidades del Partido que contribuyó en no pequeña medida, a asegurar la existencia y la continui­dad del Partido en todas las circunstancias posteriores, a pesar del atraso ideológico, del sectarismo y del infantilismo de su actuación.

El segundo período va desde el VII Congreso de la Internacional Comunista hasta la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Los pueblos comienzan a comprender la gravedad del peligro que entrañaba el nazi-fascismo. La lucha contra el fascismo recorre el mundo; se forman los Frentes Populares en Francia, en España, en Chile; el pueblo español, con el apoyo solidario de las fuerzas democráticas de todo el mundo, defiende con las armas en la mano la democracia y la libertad amenazadas por los fascistas.

El VII Congreso significó un poderoso impulso a todo el movimiento co­munista mundial, dio un envión gigantesco a la lucha de los pueblos. Al es­clarecer algunos aspectos esenciales de la táctica leninista, la concentración del fuego sobre el enemigo fundamental, la necesidad para el proletariado de rodearse de aliados, de acuerdo a cada etapa de la lucha, al insistir en la dis­tinción planteada por Lenin en el II Congreso de la Internacional Comunista entre el carácter de la revolución en los países imperialistas y en los países coloniales y dependientes, el VII Congreso ayudó mucho a nuestro Partido a avanzar en una comprensión más rica y profunda del leninismo y a una valoración más acabada de sus tareas respecto a la realidad social y política del país.

El Partido definió mejor el carácter de nuestra revolución, hizo una valo­ración más exacta de los aliados del proletariado; el campesinado y las capas medias, y comprendió mejor el papel de la burguesía nacional; barrió las concepciones sectarias anteriores en cuanto a la democracia burguesa y realzó el interés que tiene el proletariado en defenderla frente al fascismo. El Partido se empeñó en llevar estas ideas a la práctica. El Partido denuncia combativamente el carácter de la amenaza fascista y a él se debe la profundidad con que caló en nuestro pueblo el sentimiento antifascista. Un grupo importante de militantes de nuestro Partido combate en la guerra española y muere en sus trincheras. El Partido encabeza y es organizador principal del vasto movimiento popular de solidaridad con la República Española, que fue importante escuela política para nuestro pueblo. El Partido actúa en primera fila en la lucha contra la dictadura de Terra, impulsa la unidad de los partidos opositores, logrando en este camino algunos éxitos importantes; el Partido se convierte de este modo en un factor del restablecimiento de la democracia en el país. Al producirse la agresión nazi a la URSS, el Partido contribuye a levantar el amplio movimiento de ayuda a la Unión Soviética y sus aliados en la guerra, el más grande movimiento de masas en la historia nacional. La elevación vertical del prestigio de la URSS entre las masas determina que se reanuden con ella las relaciones diplomáticas que habían sido rotas por Terra. Al mismo tiempo, durante todo este periodo, la organización y lucha independientes del proletariado se desarrollan con amplitud; se funda la Unión General de Trabajadores, (UGT), que congrega en su seno a gran parte de la clase obrera.

Todo esto atestigua que el Partido había superado en gran medida sus errores sectarios anteriores y tomaba el camino de las masas. El Partido crece considerablemente, logra importantes éxitos electorales y mejora su compo­sición de clase. Sin embargo, el Partido no realiza una revisión ideológica verdaderamente profunda y cae en nuevos errores, esta vez fundamentalmente de derecha. En el Partido penetra la ideología nacional-reformista y, en los últimos años de la guerra, las tendencias browderistas; estos errores estuvieron en la base de algunas posiciones equivocadas en el movimiento obrero que per­judicaron la unidad del proletariado.

Por otro lado: la vida del Partido empieza a deformarse al compás de la sustanciación del "culto a la personalidad". El Partido entra en un período de luchas internas en torno a discrepancias a menudo parciales que eran transformadas, sin embargo, en diferencias irreconciliables que llevaban a crisis internas y a la expulsión de muchos viejos militantes, injustamente motejados de enemigos del comunismo.
En el cuadro de éxitos de masas y de avances reales del Partido en todos los órdenes, estos errores se manifestaban menos crudamente, pero esas desviaciones ideológicas y la deformación contraria al centralismo democrático de la vida interna que afloran en este período, crean las premisas para los principales errores del tercer período de su historia, que conducen a la crisis del Partido en julio de 1955.
El tercer periodo abarca los diez primeros años de la posguerra. En este período el Partido salía a una nueva situación. El imperialismo, particularmente el imperialismo yanqui, se lanzaba de lleno a la preparación de la guerra antisoviética, encendía la histeria anticomunista y el maccarthysmo, concentraba el fuego para aislar al Partido y quebrar la unidad obrera. La ofensiva del enemigo fue muy dura y hasta 1950-51 se caracterizó por el intento de pasar a formas fascistas de ataque al Partido.

En ese período, el Partido procuró denunciar al imperialismo y a sus agentes, promover la lucha por la paz, defender las reivindicaciones de los trabajadores, desbaratar las provocaciones antisoviéticas. Si la organización sindical se mantuvo en pie, si la represión no se abrió paso, si el Partido no fue ilegalizado, ello se debió fundamentalmente a la lucha abnegada realizada por nuestros militantes. Sin embargo, el Partido podía haber conservado en mayor grado sus fuerzas, defendido mejor la unidad obrera y organizado con mucha mayor amplitud las acciones de masas contra el imperialismo y por la paz, si su acción no hubiera estado trabada por los errores del pasado, que se agravaban con el transcurso del tiempo.

Los problemas ideológicos no superados, mantuvieron al Partido oscilando entre el oportunismo de los planteos seguidistas y el sectarismo de querer resolver con resoluciones trasplantadas al movimiento obrero las cuestiones que correspondían a la labor partidaria; se violaban así groseramente las nor­mas leninistas acerca de las relaciones del Partido con las masas. Cuando la ofensiva del enemigo arreciaba, se encerró al Partido en discusiones estériles, llevadas a cabo con métodos de "lucha excesiva", que desembocaban inevita­blemente en nuevas crisis y desgajamientos de militantes; se golpeó y retaceó los medios de propaganda naturales y fundamentales del Partido. La vida in­terna se desarrollaba en medio de violaciones a los principios del centralismo democrático y de la disciplina partidaria, igual para todos; se ahogó la crítica y la autocrítica, se anuló el principio de la dirección colectiva en aras del "culto a la personalidad", se siguió una política de cuadros aventurera, de persecución a los viejos cuadros experimentados y de promoción sin principios de gentes inexperimentadas a puestos decisivos.

Se desmoralizaba así al Partido, se torturaba su organización, se separaba al Partido de las masas y se sustituía por una concepción "blanquista" su papel de vanguardia. El Partido fue llevado de ese modo a la crisis de julio de 1955, en la cual, apenas abierta la discusión sobre los problemas de prin­cipios, Eugenio Gómez, entonces su secretario general, abandona el Partido, lo ataca desde la prensa burguesa y pasa a desplegar el más grosero antisovietismo y anticomunismo. En la traición de Gómez quiebra el menosprecio ideológico por el marxismo-leninismo, sustituido por concepciones nacional-reformistas; quiebra la mentalidad de colocarse por encima del Partido y de sus organizaciones, la separación del Partido y de las masas; quiebran la rutina y el conservadurismo unidos al desprecio a los cuadros y a los afiliados del Partido. Quiebra, en fin, la suficiencia nacionalista y el desprecio por la ex­periencia internacional del proletariado y ante todo por la experiencia del Partido Comunista de la Unión Soviética.

El cuarto período se inicia en el XVI Congreso de nuestro Partido (septiembre de 1955) y comprende las aportaciones fundamentales del XX Con­greso del Partido Comunista de la Unión Soviética.
El XVI Congreso constituye un importante viraje en el largo proceso de la formación ideológica, política y organizativa del Partido Comunista del Uruguay.

En sus 37 años de vida, el Partido ha procurado llevar a la práctica las ideas del marxismo-leninismo. Posee una trayectoria internacionalista expre­sada en la adhesión a la Internacional Comunista, en la defensa permanente de la causa del socialismo y de la Unión Soviética, en la ayuda a España y en la solidaridad con todos los perseguidos por el fascismo; en la brega cons­tante en favor de la paz mundial. Sus militantes, entregados a la causa de los derechos e intereses de la clase obrera, demostraron siempre un gran espíritu de sacrificio; a su esfuerzo se debe a la existencia de la organización obrera en el país. Luchador por la independencia y la soberanía nacional, nuestro Partido posee un rico historial de lucha contra la reacción, el fascismo y el imperialismo. Ha dado pruebas de su capacidad para unir a las masas frente a la reacción y de su preocupación permanente por educarlas en las ideas de la democracia, de la liberación nacional y del socialismo.

El Partido se enorgullece de que en sus filas militan destacados y queridos dirigentes de la clase obrera y del pueblo, así como muchas de las más destacadas figuras de la cultura nacional.

El XVI Congreso se esforzó por recoger este legado de experiencias del Partido, tanto en sus aspectos ideológicos y teórico-políticos, como en cuanto a los métodos de relación con las masas y con sus organizaciones. Inspirándose en los principios del marxismo-leninismo y en la múltiple práctica del mo­vimiento obrero internacional, el XVI Congreso procuró sistematizar nuestra propia experiencia, donde los aciertos y los errores se mezclaban en forma abigarrada, con vistas a educar al Partido y a elaborar, en lo posible, una orientación unitaria correcta para todos los campos de nuestra actividad. El XVI Congreso tuvo, en este sentido, el gran mérito de unir, en lo esencial, al Partido sobre una base de principios, de preservar su unidad entonces gravemente amenazada y de elevar su capacidad combativa y realizadora. Supo a la vez, encarar una profunda revisión ideológica, evitar el peligro de una estéril discusión disgregadora puramente interna, rechazar con energía toda tendencia al vilipendio indiscriminado del pasado del Partido y, lo que es fundamental, supo conducir a éste por los caminos de la lucha de masas. El XVI Congreso advirtió que no se debía detener la lucha al frente de las masas a pretexto de la imprescindible revisión ideológica que el Partido emprendía y que no se debía detener el estudio crítico y autocrítico de la actividad pa­sada, general, del Partido, a pretexto de las impostergables tareas a realizar. El esfuerzo por situar la labor del Partido dentro de este armónico encaramiento de discusión y lucha, esfuerzo no siempre triunfador, constituye un mérito no despreciable del XVI Congreso de nuestro Partido.

El XVI Congreso previno que sería "una ilusión perniciosa creer" que las cuestiones encaradas quedarían resueltas automáticamente en los días subsiguientes a sus deliberaciones. Consciente de estar ante una tarea difícil y pro­longada, el Partido emprendió la labor compleja de revisión ideológica, de reelaboración de la estrategia y la táctica, de replanteamiento del sistema de relaciones con las masas, y en particular, de estudio de los métodos adecuados de actuación, de restauración de las normas del centralismo democrático y de formación de una dirección colectiva. El XVI Congreso se esforzó por ofrecer respuestas claras a múltiples cuestiones ideológicas, políticas y de organización planteadas agudamente por la vida. Ellas pueden sintetizarse en cinco direccio­nes principales:

1) El Congreso definió claramente el carácter agrario-antiimperialista de la etapa revolucionaria de nuestro país, precisó cuáles son los enemigos fun­damentales de la nación, el imperialismo, los terratenientes semifeudales y la gran burguesía antinacional. Los cambios de estructura que la situación del país reclama sólo podrán realizarse a través de la toma del poder por un conjunto de fuerzas populares agrupadas en un Frente Democrático de Libe­ración Nacional. La clase obrera está llamada a ser la fuerza dirigente de este Frente. Para conquistar esa posición rectora la clase obrera debe forjar una estrecha alianza con los campesinos, alianza que constituye la base del Frente de Liberación Nacional, en torno a la cual se agruparán el conjunto de las masas populares, los estudiantes y la intelectualidad patriótica y otras capas de la pequeño-burguesía urbana; la fuerza de este movimiento será capaz de condicionar la participación en esta alianza de la burguesía nacional. Tal concepción estratégica asestaba un golpe demoledor a las concepciones na­cional-reformistas anteriores, que sustituían en la práctica la alianza obrero-campesina por la coalición de la clase obrera con la burguesía nacional. Al mismo tiempo, el Congreso refirmó una clara posición internacionalista pro­letaria, denunciando la infiltración del nacionalismo burgués en las filas del Partido y destacando que la revolución de liberación nacional era parte inte­grante de la revolución socialista mundial.

2) El Congreso estableció las bases de la táctica política del Partido, posteriormente elaboradas con más profundidad por diversos documentos, que definen la necesidad de un cambio en la vida del país expresado en una política exterior independiente, en la defensa y ampliación de las libertades democráticas, en la defensa de la economía nacional frente a los monopolios imperialistas y en la satisfacción de las reivindicaciones inmediatas de las masas. En torno a esta plataforma es posible desarrollar el Frente Único de combate del proletariado, los campesinos, los empleados, los jubilados, los estudiantes e intelectuales, los pequeños y medios industriales y comerciantes, aislar a los agentes más descarados del imperialismo norteamericano y lograr un desplazamiento de la correlación de las fuerzas políticas favorable a la paz, la independencia nacional, la democracia y el progreso del país.

3) El Congreso sometió a una profunda revisión las relaciones del Partido con las masas, basándolas en una clara comprensión del papel y significado del Partido como vanguardia del proletariado y el pueblo, como su fuerza dirigente y, al mismo tiempo, como el instrumento creado por las masas para su auto-liberación. Esta revisión supuso el examen de varios métodos de trabajo en las organizaciones de masas. Por una parte significó multiplicar el trabajo de los comunistas en el movimiento de masas, esclareciendo hasta el fin el estilo de esta labor y rechazando las concepciones "izquierdistas" que lo entorpecían; eran menester métodos de trabajo y concepciones de la organización obrera y popular, que tuvieran en cuenta cuidadosamente "el estado de las fuerzas, tanto del proletariado y el pueblo como de sus enemigos, el grado de organización y de conciencia de las masas, las tradiciones que pesan sobre ellas, las diversas formas de movimiento a desarrollar". Por otra parte, signi­ficaba multiplicar los medios para estrechar los vínculos inmediatos del Partido con las masas y para que éste apareciera ante ellas con su verdadera fisonomía. Para ayudar a este viraje en la actividad del Partido, éste dedicó atención primordial a la edición de un diario capaz de llegar a las capas obreras y populares, y a la edición de un grupo de amplios periódicos partidarios para las grandes fábricas y centros obreros.

4) El Congreso revisó las normas organizativas y los métodos de la vida interna, basándolos en la aplicación consecuente de los principios leninistas del centralismo democrático. Se impulsó un amplio desarrollo de la democracia interna, de la crítica y la autocrítica, de un real intercambio de opiniones en el seno de los organismos; se iniciaron esfuerzos tendientes a vencer el atraso ideológico de la dirección y de todo el partido. Al mismo tiempo, el Congreso puso el acento en la lucha contra todo germen de agrupamiento fraccional en la defensa de la unidad del Partido y de su disciplina.

5) El Congreso encaró la tarea fundamental de la formación de la dirección del Partido; tuvo en cuenta para ello una acertada combinación de viejos y nuevos militantes, con un peso importante de cuadros obreros vincu­lados directamente a los centros fundamentales del proletariado. Puso el acento en el trabajo colectivo de la dirección, en la lucha contra toda posibilidad de "culto a la personalidad", buscando forjar una dirección modesta y laboriosa, vinculada a la base del Partido y a las masas; una dirección asentada en una labor ideológica común y en el estímulo a la independencia de los cuadros.

Tales son, en síntesis apretada, los principales aportes del XVI Congreso, que contribuyeron no poco a que la actividad del Partido se convirtiera en uno de los factores importantes para el desarrollo impetuoso de las luchas de masas y para el progreso de la unidad obrera y popular que se observaron en los dos años transcurridos desde entonces.


 [1] Fragmento del artículo de Rodney Arismendi “EL Partido Comunista de Uruguay ante el XL aniversario de la Revolución de Octubre”. Revista Estudios Nº 7 - Noviembre de 1957.

 Tomado de: http://www.pcu.org.uy/el-partido/item/3-fundacion-del-pcu

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